El día que deje de latigarme por reconocer que quiero amor van a cambiar muchas cosas: la necesidad dejará de ser la soga al cuello y se convertirá, quizá, en una barca pequeñita que se desliza sobre un río. No sé por qué pienso en un río. O en una barca. O en deslizarse.
Algún día voy a dejar de sentirme vulnerable por necesitar que me quieran. Nadie ha ejercido tanta violencia sobre mí como la que yo he puesto sobre sí misma.
Algún día voy a poder decir que quiero que me quieran sin que me tiemblen la voz y los labios. Algún día voy a dejar de maltratarme pensando que querer que me quieran es una debilidad.